Cultura e identidad riojanas
publicada el lunes 25 de abril de 2002 |
CULTURA E IDENTIDAD RIOJANAS
¿Cultura?
[…]
Si
un silencio puede incomodarnos y captar nuestra atención, ¿qué no podrá
conseguir el arte de la palabra? Unido a otras muchas artes: pintura, música, danza…,
conforman un amplio apartado de la actividad humana que nos distingue con
precisión de otros seres del universo.
Con el desarrollo intelectual, es
la cultura la que marca la evolución de aquellos originarios primates que,
puestos en pie, llegan a convertirse en homo
sapiens. Somos humanos porque hemos
sido capaces de pensar y de desarrollar cultura. A decir verdad, muchas
culturas. Culturas diversas que nos muestran la diversidad de nuestra especie.
Cultura
etimológicamente proviene del latín colere
(cultivar), vocablo que en La Rioja conocemos muy bien y que adquiere elevada
dimensión cuando hablamos de nuestra comunión con la tierra. Cultivar es
sembrar, cuidar y cosechar.
Busquemos su significado en el DRAE. Cultura
es ‘cultivo’ ―algo que ya hemos visto
desde la etimología―, pero también, en su segunda acepción:
«Conjunto
de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico».
Por ello, podemos afirmar, sin riesgo
a error, que la cultura nos hace libres: al individuo y a la sociedad, como
unión de individuos. La cultura nos forma como personas y promueve nuestro
progreso, que al fin y al cabo es el objetivo último de un partido político ―como
el Partido Riojano― que se define progresista en sus estatutos.
La tercera acepción dice:
«Conjunto
de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico,
científico, industrial en una época grupo social, etc.».
Afirmamos, según esta tercera
acepción, que la cultura nos distingue de las especies animales y de otras
sociedades humanas y será la antropología la que nos cita lengua, ética,
instituciones, artes y ciencias, como elementos que constituyen la cultura y,
por ende, la identidad.
Durante
la Transición, La Rioja lucha y alcanza su anhelo de convertirse en comunidad autónoma,
y lo hace en consecuencia con su sentimiento identitario. Una vez creadas
nuestras instituciones, serán el resto de los elementos citados, los que apoyarán,
justificarán, la pervivencia de esas instituciones para un mayor crecimiento
como sociedad en términos de bienestar social. A su vez, serán las instituciones
las que, en un deseable circulo vicioso, apoyarán y promoverán, el crecimiento
identitario. Cultura e identidad se retroalimentan de manera que tenemos
cultura riojana porque somos riojanos, y somos riojanos porque tenemos cultura
riojana.
Al margen de la evidente perogrullada,
ambos conceptos unidos construyen más Rioja, permiten mayor toma de conciencia
del hecho riojano para afrontar de una manera positiva y eficiente nuestros
asuntos políticos, económicos, sociales…, y así mejor defender la propia
supervivencia de nuestra comunidad como mejor garantía del crecimiento en
bienestar social.
En
los albores de nuestra autonomía, escuché a un miembro destacado de la recién
creada Diputación General de La Rioja (nuestro actual Parlamento) lamentar que
nuestra tierra no tuviese idioma propio como otras regiones españolas. Metido de
lleno en la consolidación del nuevo estatus para La Rioja (recordemos todas las
trabas políticas que entonces se nos pusieron), no fue capaz de intuirlo. Tan
cerca se hallaba, que los árboles no le permitieron ver el bosque: La Rioja sí
tiene un idioma propio. Un idioma que compartimos con millones de hablantes. Un
idioma cuyos primeros textos se escriben en el siglo X u XI a la luz de un candil
tras los muros monásticos de San Millán que, cuando brota el español, era el
epicentro del conocimiento en el mundo hispánico cristiano. Un idioma que surge
para rezar, cantar, guerrear, amar… Surge en el momento histórico en que aparece
el nombre de La Rioja y será desde entonces que nuestra tierra y la lengua
española quedarán hermanadas para abrirse al mundo. Aquellas palabras en
primitivo español reciben el nombre de Glosas Emilianenses por razones obvias,
¡son emilianenses y son riojanas!, a pesar de su injusta custodia en Madrid, como si La Rioja no fuese capaz de cuidar su patrimonio.
En este año se conmemoran dos
importantes hitos para nuestra comunidad. Por un lado, el bicentenario
de la creación de nuestra provincia, que no del nacimiento de La Rioja como a
veces titulan algunos artículos de prensa. No, La Rioja no nace en 1822. El 27
de enero de ese año culminó el ansia ampliamente manifestada del pueblo riojano
por convertirse en «provincia separada e independiente» como merecido reconocimiento
de su identidad en pos de un progreso negado con la partición entre Álava,
Burgos y Soria.
Por otro, el 9 de junio se
cumplen cuarenta años de la creación de la Comunidad Autónoma de La Rioja con
la publicación en el BOE del Estatuto de San Millán. Las expectativas riojanas
con el retorno de España a la vía democrática sufrieron numerosos vaivenes y
zancadillas como muchos de los lectores recordarán, pero al final logramos
aquello de «La
Rioja existe…», que tantas veces hubimos de cantar, corazón en la voz.
Es este 2022, un año de
efemérides que bien merece que sea celebrado con la alegría de sabernos
riojanos y con el recuerdo de que las Glosas
Emilianenses, que suponen el mayor bagaje cultural de La Rioja y nuestra más
extraordinaria aportación al mundo, siguen «exiliadas» en Madrid. Bien podría
ser este año el de la reivindicación definitiva de que regresen a San Millán. La
celebración sería completa.
La cultura viene a ser la
hermana pobre de la política, sin embargo, hemos visto que la cultura nos forma
como personas, nos hace libres, y nos hace partícipes de la colectividad.
Sembrar,
cuidar y cosechar, decía al principio. Sembrar cultura, cuidar identidad,
cosechar bienestar social.
¿Cultura? […]
¡Sí, cultura! Cultura riojana,
por y para La Rioja.
No podemos quedar en silencio.
Muchas gracias.
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