¿Podemos decir que nuestra democracia es madura?
En los años 70 se tenía la esperanza de crear un nuevo sistema para España. Todo cambio pasaba inexcusablemente por el respeto a los principios democráticos: pluralidad política, elecciones libres... y una nueva Constitución que consagrara todo ello. Los primeros años fueron vertiginosos. A las ilusiones de todo un pueblo se enfrentaban los recelos de quienes no querían que nada cambiase, ellos pretendían mantener el poder en sus manos. Unos pocos sojuzgando a una gran mayoría. Todo estaba bien como estaba. Prácticamente toda la historia de España había sido así: caciquismo y autoritarismo habían sido desde siempre males endémicos.
Para avanzar en la construcción de un nuevo estado se optó por el consenso, por aunar coincidencias y obviar desencuentros, ciertamente todo un alarde de ingeniería política, reformar el viejo edificio del estado sin demolerlo y con todos sus inquilinos en él. Poco a poco se fue rehabilitando un edificio con historia para lograr un lugar donde todos los españoles pudiéramos vivir en paz.
Hoy el panorama es distinto. La nueva clase política se ha ido haciendo con el mando, eso sí de manera democrática pues su mandato emerge del resultado de las urnas. Poco importa que la promesa electoral quede, como dice mi buen amigo Floren, como novia olvidada ante el altar. La corrupción se ha instalado de okupa en el edificio y difícil lo tenemos para desalojarla. Además hemos descubierto que fuimos objeto de una estafa a gran escala: la rehabilitación no fue tan integral como nos vendieron los técnicos. Solo, superficial. Viejas vigas de madera, podridas por el excesivo apego al cargo han ido apareciendo. Toda una estructura carcomida que apenas se soporta y que hace peligrar la continuidad del inmueble. Lo malo es que puede pillarnos a todos en su derrumbe.
Merece la pena pensar que esto tiene remedio si forzamos una cadena de responsabilidades que obligue a tanto personajillo de medio pelo encumbrado a lo más alto por arte y gracia de las más bajas artimañas en esto de las elecciones. Publicidad engañosa, fraude electoral, promesas falsas, hurto, amiguismo, prevaricación, estafa…, en definitiva violaciones de la voluntad del pueblo.
Han sido numerosas las ocasiones en las que el pueblo español ha puesto en jaque a reyes y gobernantes, propios y foráneos. Va siendo hora de que la historia se repita y esta manada de banqueros avariciosos, trileros del mundo empresarial y mangantes con cargo público rindan cuentas ante el pueblo. Es de desear que sea de manera pacífica pero… ¿hasta cuándo será capaz de aguantar el pueblo? ¿Cuántas tropelías más han de suceder? ¿Podrá alguien negarle a este traicionado pueblo el derecho de rectificación?
Decía que, caciquismo y autoritarismo han sido males endémicos. También rebeldía y lucha y, cuando estas explotan la masa no deja títere con cabeza, ni rey con corona.
Una democracia así no es madura. Como fruta podrida debe ser desechada, sin que ello signifique que debamos apartar la fruta fresca de nuestra dieta.
Publicado en el Diario La Rioja el 14 de julio de 2013. Por cierto, aniversario de la Toma de la Bastilla en 1789.
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