O 25 de abril

El 25 de abril conmemoro dos sucesos: en 2000, con 102 años, murió mi abuela materna, gran mujer, y en 1974 acabó la dictadura portuguesa.

El 25 de abril a los sones de la bella canción “Grândola Vila Morena” el ejército portugués salió a la calle a devolver la libertad a su pueblo. No hubo derramamiento de sangre; la tropa ―del lado del pueblo― no necesitó del uso de las armas.

En Lisboa, en un gesto romántico y cargado de simbolismo, los soldados toman flores de un puesto en el mercado y las colocan en el cañón de su fusil. Así quedó bautizada para la historia la “Revolución de los Claveles”.




Mientras en Portugal renace la libertad, en España se suceden las protestas sociales reprimidas duramente por la policía, los temidos grises. Aún hubo de pasar más de año y medio para que el dictador muriera y otros diecinueve meses para las primeras elecciones libres, sería en junio de 1977. Antes, en diciembre de 1976 se había votado en referéndum la Ley para la Reforma Política. Fue una época convulsa, donde las  revueltas callejeras se incrementaron y la policía, todavía marcadamente franquista, se despachaba a gusto.

Muy lentamente, ejército y policía fueron acatando el orden constitucional, llegando a equipararse a los de países netamente democráticos. El gris de los viejos uniformes policiales fue cambiado por el marrón-beis, que dio lugar al apelativo madero, y ya en 1986 se instituyó el azul que, con alguna modificación, es el actual. El cambio de imagen correspondió con un giro en los modos. Más amable y  más cercana; por primera vez en la historia nuestra protección estaba en sus manos en vez de hacerlo nuestras vidas.

Nuestro país avanzó en derechos a velocidad de vértigo, la izquierda alternó con la derecha en las tareas de gobierno y nadie se atrevió a tocar el Estado social y democrático de Derecho que nos dimos con la Constitución de 1978. ¡Hasta hoy!

Con el actual gobierno, estamos sufriendo la mayor agresión contra el estado de derecho desde el inicio de la democracia. La política de recortes en materia educativa, sanitaria, servicios sociales…, unido a las abusivas subidas de impuestos, han provocado la masiva respuesta de la ciudadanía. Cuantiosas manifestaciones recorren pacíficamente las calles de nuestras ciudades a lo largo y ancho de todo el país bajo la estricta vigilancia de la policía. Esporádicos y minoritarios desordenes han sido utilizados como coartada para las excesivas  cargas de los antidisturbios; de una violencia tal que recuerdan los tiempos más duros del tardofranquismo y de la incipiente democracia.

Ataques a la prensa y a la judicatura, impidiéndoles el libre ejercicio de su profesión, ponen de manifiesto la escasísima convicción democrática del partido en el gobierno. Son lobos con piel de cordero que han alcanzado el poder mediante la falsedad de sus promesas como ya expliqué en mi artículo "Los falsos profetas".

El régimen democrático ha degenerado en una suerte de autoritarismo electo que, sustentado en una mayoría electoral, pretende confundir los poderes del estado desdibujando sus líneas divisorias. El retroceso constitucional nos aboca a los tiempos de Fernando VII, claro exponente del absolutismo monárquico.

Derecho al trabajo, derecho a la vivienda, derecho a la atención médica…, conceptos básicos en una democracia se vulneran día tras día en la Monarquía Popular Española; por no hablar del derecho a la libertad de expresión. Las torturas policiales son indultadas tras la condena de los jueces. El uso arbitrario y partidista  de la policía parece más propio de aquel régimen del peor rey que ha tenido España que del actual.

Ante tal prostitución solo cabe buscar nuevas opciones que restituyan el rumbo democrático a nuestra  inmadura democracia. Repetir el voto, eligiendo de nuevo a las dos formaciones mayoritarias  PP y PSOE (que han demostrado ser, en la práctica,  una) supone una regresión. El progreso social y el continuismo político son conceptos que se contradicen. Nunca estuvo la sociedad española tan en riesgo de perder sus logros; nunca, si obviamos el golpe de estado de 1936.

Populares y Socialistas se reparten cargos en todas las administraciones. El fariseísmo de quienes llevan lustros apoltronados en sus sillas presidenciales y escaños (eso sí, con la complicidad democrática de la publicidad engañosa) hace reverdecer el caciquismo decimonónico de la España de charanga y pandereta.

Portugal recuerda hoy su Revolución de los Claveles y España sigue inmerso en el Régimen de las Gaviotas. Lo peor de todo: no me cabe ninguna duda de que volverán a ganar las próximas elecciones; así es este pueblo.



Enlaces:
Grândola Vila Morena por su autor Zeca Alfonso
Vídeo sobre La Revolución de los Claveles
Protesta en Portugal: El Primer Ministro es interrumpido por el canto "Grândola Vila Morena" 



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