Construir nuestra propia democracia interior

«Si quieres cambiar al mundo,cámbiate a ti mismo». 
Mahatma Gandhi


Soy logroñés, riojano, español, y… suelo añadir que mestizo. Esto no me hace mejor ni peor que ser calahorrano, calceatense, zaragozano; vasco o andaluz; francés, polaco o vietnamita…

Soy republicano, pero tampoco es mejor o peor que ser monárquico, es solo una forma de entender la política y que el puesto de jefe de estado no puede ser hereditario.

Por tanto la tricolor, para mi es la bandera que expresa mi sentimiento republicano, sin embargo, la bandera de mi país es la roja y amarilla porque así está estipulado y porque para este fin se creó la bandera de España; en un principio, para distinguir los barcos españoles de otros con banderas parecidas, y ya después, representar al país.

Respeto la bandera bicolor porque es la de España, mi país. No es la bandera de Franco ―ya que es anterior (1785)―; ni la monárquica ―puesto que se creó para representar al país, no a sus reyes―.

Respeto la tricolor porque simboliza los ideales de la España que deseo. La monarquía, aun parlamentaria o constitucional, me parece un anacronismo.

Son un republicano un tanto atípico, pues en el fondo me da igual el color de la bandera. Si algún día llegara la III República, tampoco vería mal mantener la actual cambiando el escudo por el escudo republicano o incluso por la figura alegórica de la república, una efigie femenina con la bandera republicana junto a un león.

Hay dos hechos peculiares relacionados con la bandera:
  1. La I República mantuvo la roja y amarilla que permaneció con reyes, nacionales y de importación, regentes, gobiernos provisionales, la I República, la dictadura de Serrano y más reyes. Sí que se cambió el escudo. Fue en la II República cuando se cambió a la tricolor.
  2. El general Franco al sublevarse en golpe de estado, lo hizo bajo los colores de la tricolor. Esto creaba un problema: dos bandos enfrentados y con la misma bandera; por eso volvió a la antigua roja y amarilla, pero con el escudo republicano; escudo que pronto cambiaría por el del águila como exponente de su deriva hacia la magnificencia de la «nueva gran España» y de la que se proclamaría caudillo, es decir dictador.

Durante la guerra (in)civil se cometieron barbaridades en ambos bandos solo que los «caídos» recibieron homenajes placas, enterramientos dignos. Los «tumbaos», aún siguen desaparecidos.

Republicano singular, ya que el color de la bandera me trae sin cuidado porque lo que realmente es importante, es una reforma profunda del sistema democrático; no para destruirlo, como pretenden presagiar desde la derecha, sino para mejorarlo desde el punto de vista institucional y de las leyes.

Pero lo que es aún más importante es crear la conciencia necesaria para entender que en una democracia cabemos todos. Caben todas las ideologías. Todas menos una. La ideología de la barbarie y la sinrazón, que lleva al aniquilamiento del contrincante, no debe ser tolerada en ningún caso.

Algo tan elemental, en muchas ocasiones queda olvidado. La convivencia significa respeto. Y somos nosotros, las personas de a pie y no solo las instituciones y los políticos, los que debemos procurar la construcción de la democracia. ¡Fundamental!

La conciencia colectiva como estado democrático debe surgir de la conciencia individual.

Debemos construir nuestra democracia interior en nuestra cotidianidad para mejor alcanzar la democracia política. Aplicar nosotros mismos esas normas que exigimos en los demás.

Con una cita de Gandhi comenzaba y con otra, suya también, termino:
«Nosotros tenemos que ser el cambio que queremos ver en el mundo».


Ignacio Achútegui Conde
Logroño, a 12 de febrero de 2015

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