El perdón a ETA
Recientemente se han dado por separado dos hechos inauditos en nuestro país y que conllevan el mismo sentimiento de búsqueda de la reconciliación.
Por un lado, el encuentro en Vitoria entre el exetarra Iñaki Rekarte y víctimas de ETA, Iñaki García Arrizabalaga y Natividad Rodríguez Rekarte entre otros, en un acto organizado por la Fundación Fernando Buesa.
Por otra parte, en el homenaje en Bilbao a Joseba Goikoetxea, sargento de la Ertzaintza asesinado por ETA, se han reunido su viuda e hija, los arrepentidos Carmen Gisasola y Andoni Alza, familiares de los etarras Lasa y Zabala (asesinados por el GAL) y de los dirigentes de HB Santi Brouard y Josu Muguruza (también víctimas del GAL) junto con algunos dirigentes actuales de la izquierda abertzale.
Ambos actos y las declaraciones realizadas en ellos por parte de víctimas y verdugos inciden en la necesidad del perdón por los primeros y de la solicitud pública de ser perdonados por los segundos como terapia para cicatrizar las heridas personales y superar la fractura social existente.
Precisamente como son personales los sentimientos heridos, personales son las formas de asumirlo y siendo legítimos estos encuentros también lo son las posturas de quienes nada quieren de aquellos que desgarraron sus vidas con la bomba o el tiro en la nuca. No podemos negarles su derecho a afrontar su dolor como crean conveniente, ni su derecho a no perdonar.
ETA está acabada porque ha sido acorralada y ya no tiene capacidad para continuar su salvaje actividad. Ha sido el triunfo policial el que ha obligado al cese de los atentados. A pesar de ello todavía quedan pistoleros que esperan retomar la senda de la violencia. Solo cabe esperar que caiga sobre ellos todo el peso de la justicia porque tienen una deuda con la sociedad española y han de pagarla.
El comunicado de ETA anunciando su definitiva disolución difícil será que se produzca por cuanto sería reconocer su error y su derrota, conceptos ambos que no caben en el fanatismo de quienes se creen gudaris de la patria. Preferirán dejarla morir de inanición. Ahora más que nunca, estrechar el cerco policial para llevar a sus sicarios ante la justicia es imprescindible. Una vez enjaulados, tiempo habrá de pensar si perdonamos o no.
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