Amargura y esperanza
del altar de
los hombres,
los libros
del verbo
donde el
poeta escribió sus quimeras.
Como una
casa vacía
quedó el
alma,
polvorienta,
oscura,
a la espera
de una candela.
Sicarios
surgieron
de las
sombras traidoras,
cuchillos en
mano,
saqueadores
de ideas,
a cercenar
alegrías,
de quien
poco tuvo,
nada le
dejaron,
ni sangre en las venas.
Un niño
llora
junto a la
madre muerta.
Un caballo
relincha
al olor
de las hienas.
Cuanta
esperanza robada
por quien
cortejó
a hombres y
mujeres
con falsas
ofrendas.
Dioses,
reyes y tribunos,
cómplices de la pena,
falsos
ídolos de barro,
a los pies
de los caballos sean.
Volverá a
reír el niño en la casa iluminada,
alertando
con su risa al poeta,
que renace
feliz la morada.
Poeta que tornará a escribir sus palabras
más hermosas,
más hermosas,
en el viento
libre de la mañana.
Hospital San Pedro
Logroño, a 4 de diciembre de 2013
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